Nutrición mineral en cerdas reproductoras – Parte I

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La nutrición mineral en cerdas es esencial para su productividad y longevidad. Un adecuado balance de minerales desde etapas tempranas es clave para su éxito reproductivo.

Autora: Paola López, nutricionista en cerdos para Trouw Nutrition

Cuando se habla de nutrición en porcicultura no es muy habitual encontrar información detallada de la nutrición mineral en la cerda, pese a ser de suma importancia no solo por su implicación en la productividad del animal, sino también en su longevidad. En este sentido, es necesario revisar las necesidades de la cerda desde etapas más tempranas, partiendo desde las cerdas de reposición (reemplazos), porque de ello dependerá el éxito de los ciclos reproductivos sucesivos (gestación y lactación) (Campabadal, 2009).

En términos generales, los minerales representan el 5% del peso vivo del animal y cumplen con funciones diversas, como estructurales (esqueleto), fisiológicas y homeostáticas (electrolitos), reguladoras y catalíticas (minerales traza) (Sampath et al., 2023). En función de su concentración en la dieta, y por lo tanto necesidades del animal, distinguiremos dos tipos, los macrominerales y los microminerales o minerales traza. Tal y como se muestra en la Figura 1, los macrominerales se requieren en dosis de g/kg (Figura 1a) mientras que los minerales traza en mg/kg (Figura 1b) y varían en función de la fase productiva de la cerda.

                    

Figura 1. Requerimientos promedio (para facilitar su visualización no se muestran los rangos) de macrominerales (a) y minerales traza (b) en las distintas fases de la cerda reproductora (r CVB (2020); ¡ FEDNA (2013); ¯ NRC (2012); ¨ Rostagno et al. (2024)). Los valores se han promediado independientemente de la edad del animal (número de partos o lactaciones) y capacidad productiva (ganancia de peso o tamaño de la camada).

Macrominerales

Estos incluyen el calcio, fósforo, magnesio, sodio, cloro, potasio y azufre. Los más abundantes en la dieta son el Ca y el P y las recomendaciones para ambos se corrigen por los niveles de consumo de los animales y de energía requerida (métodos factoriales) y teniendo en cuenta el número de parto, la capacidad de crecimiento del animal y el número de lechones en la camada. No obstante, hay que tener en cuenta que no siempre hay una recomendación específica para las cerdas de reemplazo (CVB, 2020), sino que hay que recurrir a menudo a las necesidades de cerdos de engorde y/o finalización, que pueden segregarse por sexo, con niveles diferentes para machos y hembras (NRC, 2012; Rostagno et al., 2024). Además, las materias primas suelen incluir valores analizados de estos dos macrominerales, lo que permite trabajar con los requerimientos nutricionales del animal en la dieta final y corregir sus niveles de manera más precisa mediante la suplementación.

En cuanto a los macrominerales considerados como electrolitos (Na, Cl y K), la inclusión de sal suele compensar los déficits de Na y Cl, comunes en dietas ricas en granos, mientras que el K no suele considerarse un elemento de riesgo puesto que la dieta basal suele aportar las cantidades suficientes. De la misma manera, los niveles del resto de macrominerales no están tan claros en los cerdos reproductores (Mcdonald et al., 2022), pero, en general, tanto el Mg como el S no suelen ser problemáticos puesto que las materias primas los abastecen y los cerdos tienen suficiente capacidad de reciclarlos a partir del reservorio corporal (NRC, 2012).

Minerales traza

Desde el punto de vista nutricional, el zinc, cobre, manganeso, selenio, hierro, cromo, cobalto, yodo y molibdeno se consideran esenciales ya que cuando los animales se alimentan con dosis inferiores a las requeridas desarrollan cuadros clínicos (McDonald et al., 2022). Pese a que muchos de ellos disponen de reservorios en el organismo (hígado, pero también esqueleto), frente a su déficit el animal tiende a priorizar funciones destinadas a su supervivencia, dejando de lado otras importantes como la reproductiva (Suttle, 2010). La determinación de los requerimientos de minerales traza no sigue los procedimientos tradicionales mediante modelos como los usados con el Ca y P, sino que se basa evaluar dietas con niveles deficitarios frente a dosis crecientes y relacionándolo con la presencia o ausencia de una respuesta clínica y/o productiva en los animales (NRC, 2012; FEDNA, 2013; CVB, 2020; Rostagno et al., 2024). Cabe añadir que las recomendaciones se basan en niveles suplementados y que consideran distintos márgenes de seguridad, por la falta de valores en las materias primas y para evitar errores en el mezclado o en su dosificación.

Entre las diferentes guías nutricionales reconocidas internacionalmente, los niveles recomendados de estos microelementos para las cerdas reproductoras son variables. Sin embargo, se han mantenido en el transcurso del tiempo si comparamos, por ejemplo, las diferentes ediciones del NRC (NRC, 1988; 2012). Parte de ello se debe a las técnicas de cuantificación, que requieren de un mayor nivel de especialización y a la manipulación de las muestras para análisis, con facilidad que se contaminen por la ubicuidad de estos minerales. Pero más destacable es la variedad de funciones de los minerales traza, que complican la idoneidad de qué criterio escoger para valorar sus dosis (variables como la resistencia o composición del hueso, concentración en hígado...), así como cada una de ellas requerirá de un nivel diferente del mismo mineral (Byrne y Murphy, 2022). Adicionalmente, la dosis recibida de cada elemento va a depender de la capacidad de consumo del animal, más teniendo en cuenta los diferentes planos de alimentación que recibe una cerda al largo de su ciclo productivo (ej., aproximadamente 2.5 kg en gestación vs. 6.5 kg en lactación). De hecho, si cuantificamos los microminerales en una dieta basal no suplementada para cerdas, ésta no supliría la mayoría de sus necesidades (Tabla 1):

      

Su relación con las fases de la cerda reproductora

En una granja, las cerdas pueden ir a frigorífico o seleccionarse como reemplazos, pero suelen criarse junto con los machos en el mismo grupo, alimentándose de la misma dieta de engorde y/o finalizador independientemente de su destino. En este caso, a las cerdas de reemplazo se les suele aplicar requerimientos similares a los cerdos de engorde y reciben las mismas suplementaciones de minerales traza, sin embargo, necesitan un buen desarrollo óseo y capacidad de movilizar el calcio y fósforo durante la futura lactación (Mahan, 1990). A partir de esta etapa, la capacidad de almacenaje de tejido óseo y el potencial genético de la cerda afectarán a su longevidad. Y es que el reservorio mineral y su consumo dietético ha de evitar la depleción de las reservas, reduciéndose en un 15-20% a partir del tercer parto y pudiendo empeorar su capacidad reproductiva (Langendijk y Plush, 2019). Por eso, aproximadamente a partir de los 100 días de vida, deberían de recibir una dieta diferenciada para cumplir con los requerimientos de Ca y P y así fortalecer el esqueleto y evitar fracturas y cojeras (CVB, 2020) y, además, garantizarse los niveles mínimos requeridos de minerales traza.

Durante la gestación no sólo es importante salvaguardar las necesidades de la reproductora, sino que los requerimientos contemplan el desarrollo de la placenta, del feto y del útero, hasta alcanzar un pico en el último tercio de gestación para el crecimiento de la camada. En relación con los minerales traza, el conocimiento que hay no es tan extenso, pero se espera que el estado mineral de la cerda se refleje en la futura progenie. Por un lado, se ha observado que las cerdas con dietas deficientes en Zn administradas durante el último mes de gestación alargan el tiempo de parto. En cambio, estrategias como la suplementación con dosis superiores de Cu o de Se en las dietas de cerdas gestantes se asociarían con un mejor rendimiento de la camada al nacimiento y al destete (NRC, 2012). Por otro lado, hay que tener en mente que la transferencia por vía placentaria no se da con todos los minerales traza. Así como el yodo y el manganeso sí se transfieren de cerda a feto durante la época prenatal, así disponga de altas reservas en su organismo, la cerda es incapaz de transferir hierro hacia el útero y prevenir la anemia en el lechón neonato (Mahan, 1990).

En la misma línea, el aporte mineral durante la lactación no sólo va enfocado a suplir las necesidades de la cerda, sino también a la producción de calostro y leche, siendo a su vez la principal fuente de minerales para el cerdo neonato. La producción de leche es excepcional ya que, ante un déficit mineral, los niveles de minerales se mantendrán para la progenie a expensas de la madre. De hecho, la leche de la cerda es una de las más altas en contenido mineral (10 g/l) y es alta en Ca, P, K y Zn, por lo que hay que vigilar el esfuerzo adicional que soporta la madre, condicionado además por el número de partos, el momento de la lactación y su nutrición y estado de salud (Suttle, 2010). Así como un déficit en la dieta de Ca y P claramente incide sobre la producción de leche (NRC, 2012), este efecto también se observa con el nivel de otros minerales traza, como el Fe. Es más, cabe recalcar que la leche es difícil de enriquecer con este mineral ya que se satura muy rápido, lo que agrava el cuadro de anemia del lechón, como del mismo modo lo hará un lechón solo alimentado con leche porque es deficitaria en Cu. Otros minerales traza que actúan de manera similar son el Mn, Mo o Zn que, con un mayor consumo por parte de la cerda, tampoco se reflejan sus contenidos en la leche como sí es evidente con el Se y el I (Suttle, 2010).

Por lo tanto, parte de la capacidad de mantener una correcta nutrición mineral en la cerda viene dada por la capacidad de movilizar sus reservas corporales de macro (principalmente Ca y P del esqueleto) y microelementos (del hígado y/o esqueleto), para alcanzar los sitios diana cuando exista una mayor demanda (crecimiento de la madre, feto, leche), y parte viene dada especialmente por el aporte de suplementos minerales, diseñados para cubrir las necesidades y la capacidad del animal de asimilarlos.

Referencias

  • Byrne L, Murphy RA (2022). Relative bioavailability of trace minerals in production animal nutrition: A review. Anim. 12:1981. https://doi.org/10.3390/ani12151981
  • Campabadal C (2009). Guía técnica para alimentación de cerdos. Imprenta Nacional: Costa Rica.
  • CVB (2020). Booklet of feeding tables for pigs: Nutrient requirements and feed ingredient composition for pigs. CVB-series no. 64. Stichting CVB: Países Bajos.
  • FEDNA (2013). Necesidades nutricionales para el ganado porcino. 2a ed. FEDNA.
  • Langendijk P, Plush K (2019). Parturition and its relationship with stillbirths and asphyxiated piglets. Anim. 9(11):885. https://doi.org/10.3390/ani9110885
  • Mahan DC (1990). Mineral nutrition of the sow: A review. J Anim Sci. 68:573-582. https://doi.org/10.2527/1990.682573x
  • McDonald P, Greenhalgh JFD, Morgan CA, Edwards R, Sinclair L (2022). Animal nutrition. 8a ed. Pearson: Reino Unido.
  • NRC (1988). Nutrient requirements of swine. 9a ed. National Academies Press: Washington, DC. https://doi.org/10.14456/tjvm.2021.76
  • NRC (2012). Nutrient requirements of swine. 12a ed. National Academies Press: Washington, DC. https://doi.org/10.14456/tjvm.2021.76
  • Rostagno HS, Teixeira Albino LF (2024). Tablas brasileñas para aves y cerdos: Composición de alimentos y requerimientos nutricionales. 5a ed. Suprema: Visconde do Rio Branco, MG.
  • Sampath V, Sureshkumar S, Jeong Seok W, Kim IH (2023). Role and functions of micro and macro-minerals in swine nutrition: A short review. J Anim Sci Technol 65(3):479-489. https://doi.org/10.5187/jast.2023.e9
  • Suttle NF (2010). Mineral nutrition of livestock. 4a ed. Cabi: Cambridge, MA.

                                                              

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